Mayte Martín
"Al final, el mensaje importante de un artista es su discurso"
Mayte Martín es una de las cantaoras de mayor prestigio del panorama actual del flamenco. Posee el aval del reconocimiento de los críticos, la aquiescencia colectiva de la afición y un interesante fajo de premios. Pero el reconocimiento más extendido le llega de la mano del público, que aprecia su cante preciosista y sereno, lleno de matices.
Tras una larga y ansiada espera por fin hemos contado en la Esmuc con la presencia y colaboración de la cantaora Mayte Martín como directora del Gran Conjunto de Flamenco del curso 2012-2013. Los alumnos de flamenco, tanto guitarristas como cantaores, estamos emocionados y agradecidos por haber tenido el privilegio de contar con su maestría y su sabiduría. Han sido unos días muy intensos y productivos en los que se ha trabajado un repertorio para representarlo finalmente en la sala Mediterráneo, L’Auditori y el teatro L’Atlàntida de Vic.
¿Desde cuándo la escuela te viene solicitando una colaboración de este tipo?
La verdad es que la primera vez que me lo ha pedido ha sido este año. La docencia es una cosa que siempre me ha fascinado. Empecé a dar clases en el Taller de Músics hace 22 años; cuando me llamaron de la Esmuc para dirigir el Gran Conjunto me hizo mucha ilusión, y aún más por el hecho de haber estado en contacto de manera regular con los alumnos en los conciertos que se han llevado a cabo durante el curso en la sala Mediterráneo. Esto además me ha facilitado el trabajo durante el Gran Conjunto, ya que conocer las virtudes y puntos débiles de cada uno de los alumnos me ha permitido ir al grano y trabajar de una manera más intensa.
¿Qué piensas de la academización del flamenco en sus tres ámbitos: cante, toque y baile? ¿Qué puede aportar de positivo en la evolución del flamenco y qué aspectos pueden deteriorarse o desaparecer?
El peligro es que la gente que está estudiando en escuelas lo que quiera al final de los estudios sea solo un título. Ese sería el aspecto negativo. La parte positiva es que de alguna manera se hace oficial el interés que tiene el flamenco como música o como cultura. Cuando yo doy clases, intento mirar el fondo de la pupila de cada uno y comprender si verdaderamente el flamenco les interesa en profundidad como un trabajo interno, personal. Yo vengo de haber hecho un trabajo individual e íntimo; todo lo que he descubierto de mi voz, mis capacidades, mis defectos… ha sido escuchándome y corrigiéndome a mí misma y trabajando mucho, con mucha pasión, intentando imitar sonidos, proyecciones diferentes de la voz etc. Cuando hago de maestra me gustaría estar segura de que a la persona que está recibiendo de mí esa ayuda o información, de verdad le interesa para cantar mejor; no para perseguir ningún título, sino como una necesidad vital de superarse a sí misma en un reto personal. Esto es algo que yo he hecho toda mi vida y me ha hecho llegar donde estoy. Me gustaría estar segura de que, tanto quien imparte las clases como quien las recibe, no está pensando en ningún título ni en ningún sueldo a final de mes. Esta academización y este título me parecen un arma de doble filo.
¿Cuál ha sido tu enfoque didáctico dirigiendo el Gran Conjunto? ¿Qué objetivos te planteaste?
El reto, para mí, era conseguir sacar el máximo partido de las cualidades naturales de cada alumno, potenciarlas e intentar corregir –en la medida de lo posible, porque el tiempo era el que era– los puntos flacos de cada uno, y así construir un espectáculo equilibrado que pusiera de manifiesto las peculiaridades y la personalidad de todos y todas, y en el que brillase lo bueno y bonito que tiene cada uno y que no tienen los demás. Para mí era muy importante no forzar a ningún alumno a hacer algo que le fuera ajeno. Yo preferí trabajar en el repertorio que ya teníais, darle una vuelta de tuerca y perfeccionar los matices, que al final para mí es lo importante.
¿Cuáles han sido los principales impedimentos y facilidades que te has encontrado al trabajar con un grupo de estudiantes como éste?
Impedimentos ninguno, al menos a nivel general; he trabajado muy a gusto con todos. Sí que es cierto que cada individuo tiene un nivel distinto de interés en el flamenco, en aprender... Lo óptimo sería que todo el mundo fuera muy trabajador, pero no todos tienen la misma capacidad ni la misma voluntad, ni ven con la misma claridad que el esfuerzo y el trabajo tienen una recompensa. Suele pasar además que la persona que más complicado lo tiene es la que más tiempo emplea y la que más esfuerzo le pone; y viceversa, la persona con más cualidades suele ser quien se lo toma más a la ligera.
¿Cuál ha sido la evolución y la respuesta de los alumnos a lo largo del taller?
La evolución yo creo que muy buena. Creo que el trabajo que hicimos juntos contribuyó a la toma de conciencia de los puntos débiles y el potencial de cada uno. El día del concierto en L’Auditori me senté en las butacas, entre el público, y realmente me pareció un concierto de un nivel que ya quisieran tener muchos conciertos de profesionales. Me gustó mucho trabajar sintiendo que no hay rivalidades entre vosotros y sentir el respeto que os tenéis unos a otros; me parece una cosa muy bonita y muy importante.
¿Qué destacarías del resultado final en la puesta en escena de los alumnos?
El concierto me pareció muy elegante y muy sobrio; no hubo ninguna concesión a lo comercial ni nada construido para arrancar el aplauso. Es decir, no estábamos pensando en qué hacer para gustar a la gente, sino en qué hacer para construir un templo al flamenco donde hacer un rezo compartido.
¿Cómo crees que se podría reforzar el aprendizaje? ¿En qué aspectos habría que trabajar más o hacer mayor hincapié?
He visto puntos donde falta un poco de cimiento –con todos mis respetos por todos vuestros profesores, que les tengo un respeto y una admiración profunda. Creo que hay alguna carencia en el “machaque” de las cosas. Se trabaja mucho aprendiendo repertorio y poco desgranando ese repertorio con las partes de dificultad técnica y expresiva que tiene. Yo quizás trabajaría de otra forma; me entretendría más en el cómo que en el qué. Esa fue la sensación que yo tuve: que había mucho material, pero poco trabajado en el aspecto técnico y expresivo. El técnico incluye el ritmo y el compás; y es necesario, por ejemplo, el uso del metrónomo para potenciar la capacidad rítmica.
¿Cómo ha sido en general la experiencia para ti? ¿La repetirías?
Para mí ha sido súper gratificante y súper bonito. Primero porque os he conocido más en profundidad y sois gente con la que me lo he pasado muy bien; y segundo porque ha sido un reto personal a nivel de mi trabajo. Ayudar a otra persona a avanzar me enseña a mí también a descubrir de qué manera dar esa vuelta de tuerca o de qué manera influir en la persona a la que estoy ayudando a progresar. Influir en los demás es muy bonito, ya no solo en el cante sino en cualquier aspecto de la vida. Ha habido personas en mi vida que me dijeron una frase cuando yo tenía siete años y, en según qué situaciones, de pronto, me acuerdo. El reto maravilloso de la enseñanza es que yo haya influido en vosotros de alguna manera, eso es lo bonito y gratificante.
¿Cómo fue tu aprendizaje y evolución con el flamenco y qué consejo basado en tu propio aprendizaje podrías dar a los estudiantes?
Yo aprendía con los discos de flamenco cuando tenía 8 ó 10 años y en aquella época no existían las posibilidades que ahora tenéis de escuchar las cosas por Internet, Spotify, YouTube, etc. Los sábados por la mañana me iba al mercadillo de las Glorias a buscar vinilos de segunda mano de Pastora o la Niña la Puebla o del Pinto o de Marchena... Algunos discos los heredé de mi familia, pero no había el acceso tan fácil que tenéis ahora. Uno de mis consejos es que aprovechéis esa ventaja. Una de las cosas más importantes para avanzar es escuchar muchísimo flamenco porque de ese modo se forma un criterio, un cóctel único que es solo tuyo y que después hace que tú cantes de una manera determinada. Tu cante se tiñe de todo lo que tú escuchas, por eso es importante también no escuchar música de poca calidad e irse a la raíz de las cosas, ya que no están manipuladas ni transformadas por necesidades comerciales ni nada de todo eso. En segundo lugar, el trabajo individual y colectivo; sobretodo individual. Es muy importante grabarse y escucharse, porque cuando uno está cantando o tocando, el sentimiento y la pasión disfrazan la realidad. Lo que estás oyendo cuando cantas está distorsionado por la pasión que sientes en ese momento. Lo real es lo que escuchas cuando te grabas. Resumiendo: 1) Hay que irse a buscar la raíz de las músicas, lo más antiguo que se pueda, lo que haya pasado por menos manos. Y 2) Hay que hacer un trabajo individual, grabarse, escucharse, trabajar con el metrónomo y autoanalizarse. Hay que desarrollar la capacidad de análisis propio y ajeno.
¿Cómo ves el panorama actual del flamenco como profesión?
Pues fatal. En realidad, el mundo de la música y el mundo del arte están en absoluta crisis, pero ya no hablo solo en el sentido de que hay poco dinero para el arte y poco dinero para la cultura. Están en crisis los principios del artista, la honestidad. Y no hay peor crisis que esa. La gente ya no crea tanto por la necesidad de crear ni comparte por la necesidad de compartir, sino que piensa en lo que va a recibir a cambio. La gente no graba un disco porque tiene la necesidad imperiosa de compartir una creación y un vómito del alma, sino para vender discos. La gente piensa en la compensación económica como motivación, cuando ésta debería ser una consecuencia, en lugar de ser la razón.
¿Crees que se facilita la práctica y los recitales en locales/ salas de la ciudad?
Creo que son necesarios lugares para esto, y ese es el motivo básico por el que existe el ciclo “Savia Nueva” que hacemos en el Mediterráneo. Me acuerdo de la falta que me hacía –y el bien que me ha hecho– cuando yo aprendía los cantes. Necesitaba un lugar donde aprender a expresarlos, a comunicarlos. Creo que ese paso es necesario y requiere un lugar donde nadie pague por veros ni vosotros cobréis por cantar o tocar. Es una cuestión psicológica y te explico por qué esto es tan importante: cuando tú no estás cobrando por hacer algo, estás desarrollando la creación por la creación, el arte por el arte, como una necesidad de expresar algo, de comunicarlo y compartirlo. Sin cobrar, estás dando al público lo que tienes sin la responsabilidad de gustarle. Esto desarrolla en ti el sentido de la verdad y la autenticidad. Y la gente que va a verte desarrolla el sentido de la inocencia, ya que disfruta de lo que tú le estás dando sin exigirte que seas profesional, y lo hace de una forma inocente porque no está pagando y no tiene la sensación de que tú le debas nada. A nivel psicológico es importante para las dos partes.
Háblanos de tus últimos trabajos: tu tercer disco de boleros Cosas de dos y el espectáculo Por los muertos del cante. ¿Cómo surgió la creación y qué recepción están teniendo entre el público?
Yo voy haciendo en la vida lo que va surgiendo; voy teniendo la necesidad de compartir cosas, de crearlas, de celebrarlas con el público, y éste es mi calendario de creación. Salió el disco de boleros porque tenía un repertorio que no había sido grabado anteriormente, fui añadiendo boleros al repertorio y de pronto me di cuenta que había doce o trece temas que yo no tenía grabados en ninguno de los discos de boleros y que tenía una banda que estaba sonando bien, sólida, y decidí que quería compartir eso con el público y dejarlo plasmado en un disco. Por los muertos del cante, pues lo mismo: es una especie de tributo, un homenaje a toda la gente que me ha metido el flamenco en el corazón. En muchos casos son cantaores que me han hecho ir descubriendo la maravilla del flamenco, y en otros casos no son cantaores; por ejemplo mi padre fue quien primero me abrió los oídos al flamenco, porque él canturreaba y porque era quien tenía los discos que se ponían en casa, de Valderrama, La Niña de la Puebla, Marchena... Por otro lado, mi madre fue la que me inculcó, sin querer y sin darse cuenta, su manera de caminar por la vida, el sentido de la honestidad y de la verdad profunda de cada uno, la ética. No sólo es importante el qué, sino el cómo. A veces escojo el bolero; otras, el flamenco y otras músicas como herramienta. Pero lo que siempre está presente es un sentido de la ética y una filosofía de vida y del arte que es mía. Al final, ése es el mensaje importante de un artista: su discurso.
¿Puedes adelantarnos algún nuevo proyecto que estés desarrollando actualmente?
Yo en mente tengo muchas cosas, lo que pasa es que tengo la creatividad muy despierta pero soy muy lenta a la hora de desarrollar las ideas. También es cierto que no todas las ideas que de pronto surgen se convierten en árboles y plantas; a veces no tienen suficiente peso o solidez, y entonces desaparecen. Hay otras ideas que de pronto aparecen tomándote un café en un sitio y al día siguiente han crecido un poquito más, y al otro más… y te das cuenta de que realmente se van a hacer grandes. Pero no todas las ideas se convierten en algo, al menos en mi caso. Lo último que me ha brotado ha sido Por los muertos del cante. Y sí, hay cosas por ahí flotando, pero son ideas que se esfuman.
¿Dónde podemos escucharte cantar próximamente en Barcelona?
Participo durante unos días del mes de noviembre en un homenaje a Carmen Amaya en el Teatre Nacional en el que recreo algunos de los cantes que Carmen registró.
¿Cómo crees que será el flamenco dentro de un siglo?
¡Vete a saber! Lo mismo las cosas dan la vuelta y de pronto el mundo toma consciencia de la importancia de la creatividad basada en la pureza; es decir, del arte que uno comparte sin esperar nada a cambio. Puede ser que de pronto el mundo tome consciencia de que esto es algo importante y agarremos de nuevo las riendas. O, por lo contrario, que el flamenco se vaya al garete y solo se hagan cosas para que la gente se divierta y no para que se conmueva. Cada vez se comercializa más todo, se mercantiliza el arte y hay menos gente dispuesta a mantenerse en estado puro porque se paga un precio cada vez más caro por mantenerse ahí. Si seguimos por este camino podría ser que se perdieran las raíces y que el flamenco se convirtiera en otra cosa irreconocible. Pero, si se toma consciencia del “arte puro”, dejaría de existir mucha bazofia y mucha mentira, y las cosas tendrían un componente emocional importantísimo que ahora la mayoría no tienen. A veces las músicas tienen una buena elaboración, están musicalmente bien construidas, pero carecen de profundidad y de verdad, y por tanto, de capacidad para conmover. El arte que conmueve –que para mí es el único arte posible– nació de la necesidad de comunicar y manifestar emociones; y solo el arte que está creado así, desde un gesto del alma, es capaz de transmitir. Algo que no es verdad no podrá conmoverte; podrá gustarte o divertirte, pero solo cuando las cosas están hechas desde la emoción del creador tienen la capacidad de conmover a quien las recibe. Esta es la razón existencial y esencial del arte. En otras artes no puedo decir, pero en la música hoy en día yo escucho muy pocas cosas que a mí me pellizquen el alma. Escucho cosas bonitas, bien producidas, bien hechas, pero que me estrujen el sentimiento y me conecten con algo mío esencial y profundo, hay muy poquitas, y esas son las manifestaciones artísticas verdaderas. Lo demás es comercio, mercantilismo.
¿Qué pregunta añadirías a esta entrevista?
¡Ninguna, está genial! Creo que todo lo que es importante decir está dicho y de todo lo que hemos hablado hay una pregunta en especial que me ha calado, y es la de si me parece positivo o negativo que se haya hecho oficial el flamenco en las escuelas. Es importante que la gente joven profundice en lo que hace, y que nadie esté en ningún sitio solo para que le den un título y poder trabajar a su vez dando títulos a otros, porque esto es sagrado. Es muy triste reducir el arte a eso; y el flamenco es un arte inmenso, profundísimo, que te cala en el alma. Está bien tener un título, siempre que eso sea la consecuencia de haberse visto con microscopio todo lo que uno tiene dentro.
Lamento mucho que nuestra experiencia juntos haya sido tan corta. Es tan infinito lo que nos podemos dar, que me da pena haber tenido tan poco tiempo para sacar de cada uno de vosotros todo lo bonito y lo bueno que tenéis.
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